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Déjale dormir en mis brazos

O cómo nuestros abrazos dejaron paso a los métodos para dormir

El sueño de los bebés -y el de sus padres- es un tema que en los últimos tiempos ha creado tantas opiniones distintas como métodos para “solucionar” esa manía (dicho con ironía) que tienen los niños y las niñas de despertarse cuando al fin estamos en brazos de Morfeo.

Y digo en los últimos tiempos, porque antes nadie se planteaba que los niños tuvieran otras formas de dormir que no fueran junto a sus padres. No me imagino yo a las parejas de las cavernas saliendo durante 30 minutitos de la cueva a ver si su pequeño aprendía a dormirse solo:

– Espera cariño, que parece que ya deja de llorar

– Pero amor, se me están congelando las ideas que aquí fuera hay 10 grados bajo cero, y como siga llorando así nos va a venir a visitar la manada entera de leones. ¡Y no para enseñarnos a dormirle precisamente!

Y yo no sé si fue antes el huevo o la gallina. ¿A algún simpático se le ocurrió ponerse a juzgar cómo dormía el niño del vecino y entonces el iluminado de turno sacó el método-invento-remedio del siglo para arreglar el sueño de nuestros niños, sueño que él mismo se preocupó de inculcarnos que no era normal? ¿O aquel iluminado sabía muy bien lo que hacía y sólo tuvo que sembrar la semillita del miedo a que el sueño de nuestro retoño no fuera normal para que su método-invento-remedio se hiciera de oro? Y claro, sembrado el miedo, florecida la opinología.

Porque cuando la vecina nos aconseja con un arsenal de “a mi me funcionó”, “ten cuidado que te toma el pelo”, “como siga sin dormir del tirón a esta edad, ya nunca lo lograrás” que parece la Enciclopedia del sueño infantil en versión 4D, se diría que la que sufre la falta de sueño y se arrastra por las escaleras como la mismísima protagonista de la película THE RING, fuera ella. Que tú piensas: “pobrecilla, esta mujer necesita dormir bastante más que yo, que el caso es que a mi no me parece que me vaya tan mal adaptándome a los ritmos de sueño de mi retoño. Y por cierto, lo de las 4D déjamelo a mí, que tengo unas monísimas del embarazo y ¡la nevera empapelada con ellas!”

El problema es que cuando la opinión de la vecina insomne se reproduce como por esporas y ya no es sólo uno, si no millones (siempre me ha gustado exagerar) los consejos que oímos para que los bebés aprendan a dormir solos, nuestra coraza-supersonica-antiopinionesquenohepedido se empieza a resquebrajar y lo que antes vivíamos como algo normal y disfrutábamos, ahora se empieza a convertir en un problema no solicitado con una solución menos deseada.

Y yo me planteo, ¿no será que el problema no está en que los niños aprendan a dormir si no en que los adultos aprendamos a adaptarnos a su sueño? Y aquí es donde entra la dicotomía expectativa versus realidad.

¿Habéis oído hablar de ese reto de “si pudieras elegir cualquier persona del mundo para cenar una noche, a quién elegirías?”. Yo por supuesto que elegiría a mi PAPÍfero, que para eso es mi amor verdadero y yo soy muy peliculera. Pero como me dirían que es trampa os digo a quien elegiría: al guionista de las películas de padres con hijos.

Os cuento el momento interesante de la peli (cualquiera en la que haya padres e hijos): MAMÍfera (o PAPÍfero) acuesta a su niño (da igual el sexo y la edad), le lee un cuento -que parece que el niño ha sido hipnotizado por el mismísimo Harry Potter, ni parpadea el pobre-, le da un besito y (aquí viene el título de padre/madre nivel supremo) le arropa, le apaga la luz completamente, le dice adiós, le cierra la puerta y se va a tomar una copa de vino al salón con su pareja para mantener una conversación de adultos que resultará ser el desenlace de toda la trama.

¡Y el niño se queda dormido antes de que haya cerrado la puerta!¡Y no se vuelve a despertar! ¡PUM! Ya está. Ahí lo tienes. Nuestro querido guionista ha implantado en la sociedad la idea de que los niños son auténticas máquinas de control de su sueño y que si no puedes tener ese only adults moment es que algo va mal. Un auténtico genio nuestro guionista. Os lo digo yo. Unas palabritas tendría yo con él. Pero antes de la cena le pediría que acostara a mis hijos.

Porque la realidad, lo que nos suele pasar a la mayoría de los mortales, es que  mientras les leemos el cuento, los niños estén practicando por la habitación para participar en el próximo Circo del Sol. Que si logras acostarles después de mil besos pedidos de mil maneras, aparezcan chinches en su cama que hagan que salte como un resorte. Que intentes fingir que te duermes para que te imite y cuando entreabres la pestaña para ver como funciona tu plan, veas que te está mirando ojiplático y te diga:

– Mami te quiero

– Y yo, mi amor. Muchísimo. Pero cariño, duérmeteeee.

Que cuando creas que lo has conseguido, se despierte repentinamente para pedir pis, agua o mil necesidades fisiológicas que es imposible que estén todas descritas en los libros de ciencias.

Que cuando realmente lo hayas conseguido, salgas reptando por la habitación para que no se despierte, que ríete tú de Ethan Hunt en Misión Imposible. Y cuando culminas el marco de la puerta oyes un “mamiiiiiiiiii, ¿puedo dormir contigo?”. “Claro que sí cariño, ven vamos a mi cama.”

Que no ves tú a la prota de la peli arrastrándose por el suelo para salir de la habitación. Tan mona ella.

Y así noche tras noche y tú( por qué no decirlo) más feliz que una perdiz con tu retoño a tu lado y su pack de mimos, patadas, tirones de pelo, caídas de cama y ratitos de esos de “que se pare el tiempo”, todo incluido- que para algo os pusieron la pulserita cuando nació-. Y tú tan feliz…cansada pero feliz…

Porque sí, queridas y queridos opinólogos del mundo. Las MAMÍferas tenemos esa asombrosa capacidad de disfrutar y agobiarnos con una diferencia de microsegundos. Podemos desear con la fuerza de un huracán tener un rato para nosotras y desconectar, y cuando lo tenemos sólo podemos pensar en cómo estará nuestro clan. Si el PAPÍfero habrá solucionado el problema del que me habló esta mañana, y mientras tanto se habrá acordado de meter en la mochila de la HIJÍfera su ropa de baile, si el HIJÍfero habrá superado ese conflicto que tenía en el cole y si apagué el fuego antes de salir de casa. Y sí, por supuesto que podemos reír y a los pocos segundos llorar. Y no, no hace falta que escondamos nuestras lágrimas para no preocupar o dar que hablar a los que nos rodean. No somos perfectas. Ni lo queremos ser. Dadnos tregua.

Pero os diré lo que sí somos. Somos esas mujeres capaces de pelar una manzana con los dientes porque ese día, al salir del cole y lloviendo a cántaros, nuestra HIJÍfera se ha acordado de que hoy no le gustan las manzanas con piel.

Somos las que no nos creíamos la expresión de “me duele el corazón” hasta que oímos un golpe acompañado de un grito y nos quedamos sin respirar hasta que comprobamos que es una pequeña herida de guerra que se cura con los besos mágicos de mamá. Y sí, volvemos a respirar porque tenemos esa manía, pero el  susto no se nos pasa hasta unos días después.

Somos las que ignoramos un dolor de cabeza, una gripe que tumbaría a un caballo o una enfermedad de dengue hasta que tengamos a los niños bañaditos, cenaditos y plácidamente dormiditos (la que lo haya conseguido). Que es entonces cuando nos damos cuenta de que igual tenemos que ir al hospital porque esto de ver doble y tener 45o de temperatura no debe de ser muy normal (ya os dije que me gusta exagerar).

Somos las que nos levantamos pensando en el disfraz de la función del cole, la cena de hoy (por favor que no tengan mucha hambre que no me apetece cocinar), la cita del médico del mayor, el recibo de la extraescolar, ¿toca chándal?, responder a la asistencia al cumple que tiene la pequeña (que ya me vale que siempre soy la última en responder), comprar el material que tienen que llevar mañana, comprarle zapatos nuevos (que por el bultito que asoma en los dedos diría que ya le quedan bastante pequeños), rellenar la autorización de la excursión que como un día se quede el niño sin excursión porque se me ha olvidado la autorización me da algoooooo.

Y yo siempre pienso que menos mal que ningún genio de la tecnología ha descubierto el procesador interno que tenemos las madres, porque nos convertiríamos en la versión mad.re mundial de la nueva inteligencia artificial.

Somos las que nos encontramos a nosotras mismas preguntándonos si lo estaremos haciendo bien. Y a las que nos contestan con un espontáneo “mami eres la mejor”. No lo estaremos haciendo tan mal. Así que dadnos tregua.

Dadnos tregua y si nos oís decir que “parece que cuando acuesto a mi bebé conmigo dormimos mejor” no nos saquéis la Enciclopedia del sueño infantil que os ha regalado la vecina insomne. Y dejadnos disfrutar de la realidad de nuestra maternidad imperfecta sin culpas, consejos no pedidos y modelos de educación que no nos hacen sentir bien. Y dejad la expectativa para cuando nosotras decidamos que ya podemos ser las protagonistas de nuestra propia peli escrita por millones de besos mocosos, besos de mariposa, besos de sal y besos que te llenan el alma.

Y ahora me voy a reptar, que mientras escribo esto ,mis retoños se han quedado dormidos literalmente encima de mí y parece que hoy sí tendré mi only adults moment. Deseadme suerte. Buenas noches.

Diana Martínez. Matrona

@dianamartinezmatrona

Déjale dormir en mis brazos

7 comentarios en «Déjale dormir en mis brazos»

  1. Gracias Diana!! Por hacernos ver que no somos bichos raros por creer que debemos dormir con nuestros pequeños, aunque cada vez que saco el tema algunos se empeñen en hacerme ver que estoy equivocada… tu artículo me ha reforzado aún más en mi decisión de seguir con el colecho

    1. Claro que si!!! Ya es hora de que la gente empiece a educar a nuestros hijos con respeto (y ahi también entra respetarles su ritmo de aprendizaje a la hora de dormir) no significa educar a niños malcriados o consentidos. Me alegro de que te haya servido para reforzar tu confianza! Un besazo! Diana

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